• Por un lado, un desencuentro con el arte.
El hecho de vivir por primera vez una experiencia
donde lo que se jugaba fue la superación de una dificultad histórica;
manifiesta en mi desafinación al cantar, encubriendo un origen mucho más profundo:
mi voz ocultó durante décadas dolores condenados a la obscuridad del silencio,
qué finalmente lograron ver la luz gracias al milagro de aprender.
• Por otro, un replanteo personal sobre la fe.
Mi creencia de que a la fe no se la busca, se la encuentra
cuando posibilitamos un cambio para que eso suceda.
Nunca creí en las diez lecciones sencillas, tipo manual de autoayuda para fortalecerla;
menos ahora, que soy conciente del compromiso que ella requiere.
Siento necesario abonar previamente el terreno donde plantaremos su semilla
para posibilitar que a su preciso tiempo, de sus frutos.
Yo no busco, encuentro dijo Pablo Picasso y marcó el camino de los encontradores |
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