Finalmente comenzó el 2013 y lejos del tan temido “fin del mundo”, el 1 de enero todo siguió.
Mejor para algunos, peor para otros e igual para la mayoría de los mortales como suele suceder cada año.
Pero lejos de aquietarse extrañas predicciones, el calendario les dio revancha a los alarmistas de siempre, que encuentran en el número 13 – generalmente asociado a la mala suerte -la justificación perfecta a todos sus males.
En mí caso, y si bien no soy para nada supersticiosa, me alegro que se hable de la suerte,
pues me permite contar con una muy buena excusa para escribir respecto a aquellas cosas
que no podemos manejar, tema que suelo dejar un segundo plano.
Quienes me siguen, saben que permanente escribo sobre nuestra intervención activa en la construcción de la realidad y la posibilidad de promover desde allí los cambios.
Y si bien al hacerlo, hago expresa referencia a que esto no aplica a los hechos, sino al modo en que reaccionamos frente a ellos; siento la necesidad de compartirles mi mirada frente a esos sucesos, que más allá de la voluntad o el deseo, se nos presentan y alteran nuestra vida.
Buena Suerte o Mala Suerte;
va repitiendo una historia china (1) que nos obliga a reflexionar sobre el imponderable
y el absurdo de suponerle al mismo un impacto positivo o negativo.
Buena Suerte o Mala Suerte;
es de algún modo mi oportunidad para fijar claramente,
una posición personal sobre esa incógnita jamás resuelta, llamada destino.
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