"Nunca antes ha habido un número tan reducido de personas equivocadas
que hayan ejercido un efecto tan devastador sobre tantas personas a la vez”.
Susan George.
Muchas veces reivindiqué algunas palabras, que aunque tienen mala prensa, resultan beneficiosas a la hora de promover la madurez emocional: “enojo”, “tristeza”, “frustración”, y “miedo” son un buen ejemplo que nos permiten cuestionar el rol negativo asignado por el poder dominante.
Y como contrapartida, el caso inverso. Todo el tiempo el lenguaje del poder impone palabras,disociadas de sus orígenes que natualizamos y hasta nos apropiamos de ellas con un sentido positivo, desconociendo que al mencionarlas, referenciamos situaciones siniestras.
¿Quién de nosotros no alabó “la exclusividad”?.
En lo cotidiano “lo exclusivo” se asocia a algo valioso.
¿O no es común oír sobre lo afortunado que son quienes ostentan un auto, reloj,
anillo, auto casa u otro bien exclusivo?
No creo casual que se invisibilice el verdadero sentido de lo “exclusivo” ni su cercanía con la exclusión y mucho menos las historias concretas de quienes por género, etnia, poder adquisitivo, lugar de nacimiento, condición de clase, edad, peso, altura, rasgos faciales entre muchísimas otras cosas fueron excluidos.
Para ellos y ellas, o mejor dicho todos y todas los que descreemos del lenguaje del poder,
es este texto: una mirada cuestionadora “de la exclusividad” que gracias a un amigo,
un cuestionador en serio, pude recientemente visibilizar.
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