Les presento a la llamada voz interior.
Hemos creado una sociedad que honra al sirviente y ha olvidado el don".
Albert Einstein.
Hace unos días, hablando sobre la importancia de desarrollar la intuición,
tomé conciencia que nunca había escrito al respecto.
Un olvido que sinceramente no creo casual, teniendo en cuenta mi particular relación con la misma y el desafío personal que implica sumar el plano espiritual, el cual siempre preferí dejar a un lado.
Aunque no sea científico, y seguramente poco interesante para ustedes, sería deshonesta sino les confesase el lugar privilegiado que ocupa en mi vida y las diferentes manifestaciones que adquiere:
un dolor en la panza justo cuatro dedos sobre el ombligo, una presión en la garganta, un zumbido en los oídos, un cosquilleo en las manos, o un inconfundible calambre en mi pierna derecha.
Tan concreta su manifestación,
como efectivo su mensaje.
Y si bien planteado así parece una apreciación absurda, esotérica o mística; gracias a la filosofía, la psicología y en los últimos años a la neurociencia; cuento con argumentos más racionales para reivindicarla.
Es que si bien fue tan menospreciada y criticada a lo largo de la historia;
hoy sabemos que nuestra conducta se rige más por cuestiones emocionales
e intuitivas, que por racionalidad o lógica.
Y esto, lejos de ser negativo, es una gran ayuda para
la toma de decisiones acertadas.
Los invito entonces a descubrirla, siendo concientes que el simple hecho de contactarse con su idea, es el primer paso para desarrollarla, fortalecerla y apropiarnos de sus múltiples beneficios.
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